Ainhoa Arteta (Soprano) |
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domingo, 07 de junio de 2009 | |
— Su debut el
domingo próximo en “Manon Lescaut” de Puccini en el Pérez Galdós de Las Palmas
¿qué alicientes reviste para usted? — Para mí es un paso
importante. Es el principio de un repertorio nuevo en mi carrera. En los
últimos cuatro o cinco años mi voz ha evolucionado y madurado. En esto he
seguido un consejo de un paisano vuestro que es Alfredo Kraus, en el sentido de
que la voz hay que escucharla. Con esta obra se abre una ventana a la
posibilidad de hacer otras cosas siempre con muchísimo cuidado. Soy una persona
tremendamente cauta. Prefiero pecar de ir lenta en esta andadura artística.
— Más que con la
interpretación de mi persona, quizá con la producción, que es muy bonita, muy
interesante. No tiene ningún averno, ninguna referencia práctica o concreta,
sino que es bastante abstracta. Al no tener ningún tipo de adorno, lo que se
resalta es la esencia del personaje, la vivencia y su trama. A nivel mío vocal,
no sé si sorprenderé. Es un salto más de La Bohème, porque es una ópera mucho
más densa vocalmente. En definitiva espero que sea una grata sorpresa para
todos, no sólo para el público, sino también para mí, hablando egoístamente. — Una vez más va a contar con la Orquesta
Filarmónica de Gran Canaria y con el Coro del Festival de Ópera de Las Palmas.
¿Qué juicio le merecen ambos a tenor de experiencias precedentes? — No
puedo tener más que elogios para todos ellos. La orquesta, con la que empezaré
a ensayar la semana próxima, es de una gran calidad. Además, tengo la suerte de
contar con el maestro Morandi; me da mucha tranquilidad y puedo confiar en él porque controla bastante
la orquesta. En cuanto al coro confieso que cada día que veo trabajar a sus
componentes no dejo de asombrarme. Este tipo de coros, que no son profesionales
sino amateurs, que se esfuerzan y sacan sonidos como profesionales, me impactan
y emocionan. Se trata de gente que está trabajando todo el día. Llegan a los
ensayos a partir de las ocho de la tarde para quedarse metidos en el teatro
hasta las once de la noche o más. Y al siguiente día tienen que madrugar para
volver a sus trabajos respectivos. Es un esfuerzo que no se paga con todo el
dinero del mundo. Su dedicación me conmueve. Son los que verdaderamente hacen
la música por pasión y con altruismo. — Su trayectoria artística parece definir
una inclinación por Puccini... — Sí.
Es un compositor que me atrajo siempre. Me va bien vocalmente. Soy una persona
que por muy hermosa que sea la música, por muy hermosa que sea la partitura, no
la asumo si no me va vocalmente. Y de todas las obras de Puccini, mi favorita
es “Manon Lescaut”; me parece la más
bella. Por eso me produce doble placer interpretarla. — ¿Le atrae algo
especialmente del personaje que interpreta, hasta el punto de identificarse con
algunos rasgos del mismo? — El personaje es Manon, el mismo de Masanet, que ya
he interpretado con anterioridad. A nivel interpretativo, su factor sicológico
sinceramente no me atrae. No me parece la mujer más adecuada. Sí hay rasgos de
ellas que, obviamente, todas las mujeres tenemos. Hay cosas con las que
ciertamente me encuentro del personaje, pero la globalidad del mismo no tiene
nada que ver con mi personalidad. Manon no es, desde luego, mi concepción de
mujer ideal.
— Yo
aproveché la ocasión para transmitirles que vivimos en un mundo en el que todo
viene prácticamente enlatado. Casi todo viene manufacturado. Es un mundo muy
abstracto. Frente a esto, creo que la Ópera y el teatro son los géneros
auténticos que nos quedan. La música en la Ópera es pura, integral, no hay
nada que interfiera entre el artista y
el oyente. — ¿Observa que es seguida cada vez más
por un público menos elitista? — Yo
no le llamaría menos elitista. Es posible que cuando lleve más tiempo
asistiendo a la Ópera se convierta en elitista. Yo no estoy en contra del
público elitista, sino muy a favor, pero también del que entra y no sabe pero tiene afán de conocer y
aprender. Es nuestro deber protegerlo, ayudarlo y mimarlo para que sea también
parte del público elitista. El elitismo lo dan las horas de dedicación, el
saber y escuchar acudiendo a muchas óperas. — ¿Los
efectos de la crisis económica global se dejan sentir también en su sector
artístico? — Se
percibe que ahora hay menos apoyos económicos. Es normal. Las prioridades
son de carácter puramente social como
las sanitarias u otras necesidades básicas. Pero también considero que la
cultura es una gran necesidad de la población que hay que cultivar igualmente.
Siendo conscientes de la situación de crisis, tenemos que ser solidarios con el
teatro y rebajarnos el cachet para ayudar a superar este bache. Los artistas
debemos apretarnos el cinturón. De lo contrario, pierde la cultura, el público,
el teatro y tu mismo. - ¿Cómo logra compatibilizar su ejercicio de madre de una niña de ocho
años de edad con las exigencias profesionales? ¿Esta circunstancia le llegó a
plantear serias dudas en determinado momento sobre la continuidad de su
proyección como artista del bel canto? - Muchas
veces. Aquí sí que es verdad la necesidad
y el apoyo de una familia impecable. Los que tenemos familias así nos tenemos
que sentir inmensamente afortunados. Mi familia me ha arropado muchísimo. Un
cantante de ópera no es sólo él, sino toda su familia. En la carrera se
involucran todos los miembros de la familia con el cantante. Mi hija, pese a
tener solo ocho años, es consciente de
la madre que tiene y del trabajo que desarrolla. Es conciencia es fundamental
para mi tranquilidad a la hora de desarrollar mi trabajo. Hay veces en que me
dice “quisiera tenerte aquí conmigo...pero ya lo entiendo. Ese 'ya lo
entiendo' de ella es muy importante para
una artista, con la condición de madre como yo. Saber que tu gente lo sufre y
lo entiende igual que tú, ayuda muchísimo. — Conservo
buenos recuerdos de Alfredo , un dios en Bilbao, y de Rosa, su esposa. Detrás
de un gran cantante siempre hay una gran mujer. Era su caso. También detrás de
una gran cantante hay una gran familia y unos grandes hijos. Yo conocí a
Alfredo en Nueva York, cuando gané el Metropolitan, en 1993. No compartimos
escenario pero sí recibí clases suyas. Tengo una anécdota divina, que cada vez
que la cuento me emociona muchísimo. Durante una de sus clases en Nueva York,
recuerdo que yo me salí del grupo a despejar unas dudas. Me identifiqué como
española y le planteé el problema que tenía con el ‘mi-be-mol’ de La Traviata.
Me dio una clase magistral y me ayudó a superar la dificultad. A raíz de su
enseñanza gané el concurso del Metropolitan. No coincidimos en escenarios pero
sí en reuniones de amigos. Alfredo no era hombre de muchas palabras, pero las
que decía eran precisas y muy importantes. Por eso yo tengo grabada a fuego la
frase que me dirigió: “La voz hay que cuidarla y nunca obligarla, no pretendas
que tu voz haga algo que no tiene”. Fue la filosofía de toda su carrera. Por
eso era un lujo oírle cantar incluso a los setenta años y pico. Su voz era fluida, querida, mimada, un tesoro.
Kraus es el gran maestro de cómo cuidar
la voz. — Yo me
alegro muchísimo con la nueva situación. En mi familia, que es muy amplia, hay
de todos los colores políticos: del PNV, del PSOE, del PP... El simple hecho de
que haya una alternancia en el poder es muy positivo, comulgue o no yo con las
ideas de quienes gobiernan. Eso es la democracia. Lo que ha ocurrido es un paso muy importante para el pueblo vasco. Fotos: Yaiza Socorro ENTREVISTA PUBLICADA EN LA PROVINCIA / DLP
Durante su estancia en Las Palmas de Gran Canaria, Ainhoa Arteta dedicó de puño y letra a Amado Moreno un ejemplar de su último CD, titulado La Vida. |
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